Salud y Vida

Salud humana: pandemias permanentes y desafíos crónicos

Durante la próxima década, los brotes infecciosos que serán más frecuentes y generalizados, en un contexto de enfermedades crónicas, podrían empujar a los sistemas de salud al borde del fracaso en todo el mundo. De acuerdo con el Reporte de Riesgos Globales 2023, la salud pública mundial se encuentra bajo una presión creciente, por lo que dichos sistemas corren el riesgo de volverse inadecuados para su propósito.

La pandemia de Covid-19 amplificó los riesgos emergentes para la salud, incluida la reticencia a la vacunación, la resistencia a los antimicrobianos (RAM por sus siglas en inglés) y las enfermedades nutricionales e infecciosas exacerbadas por el clima; asimismo, desvió recursos de otras enfermedades y afectó aspectos como la calidad de vida, el estado ocupacional y la salud mental de las personas. Aunado a esto y dadas las crisis actuales, la salud mental también se ha visto afectada por el aumento de factores estresantes como la violencia, la pobreza y la soledad.

Si bien los efectos de la pandemia han sido persistentes, el reporte señala que existe una disminución de la percepción del riesgo de enfermedades infecciosas entre los encuestados, probablemente debido a la fatiga pandémica y la tendencia humana a centrarse en crisis nuevas, recientes y más visibles. Sin embargo, se advierte del potencial de las “crisis silenciosas” para crear daños complejos; en este sentido, se estima que el Covid-19 se relacionó con al menos 6.6 millones de muertes a nivel mundial, pero, en comparación con esto, 4.95 millones de muertes se asociaron con bacterias resistentes a los medicamentos tan solo en 2019.

Además, en la última década se ha producido una tendencia hacia las enfermedades no transmisibles, relacionado al crecimiento y envejecimiento de la población en adición al retraso en la cobertura de los sistemas de salud. Una implicación de esto, más que la muerte, es la pérdida resultante de la funcionalidad y el aumento de las discapacidades. Los avances médicos han hecho posible que las personas vivan más años, pero con múltiples, complejas y costosas comorbilidades, como la diabetes, la hipertensión, las enfermedades cardiacas y la depresión.

La salud también se ha visto afectada por el cambio climático, desde la contaminación del aire, el estrés por olas de calor, el aumento de enfermedades transmitidas por el agua de inundaciones, entre otros. La urbanización y la pérdida de naturaleza aumentarían la aparición de enfermedades como las fúngicas invasivas, mientras que el calentamiento global aceleraría la transmisión de algunas como la malaria y el dengue. La malnutrición también se vería exacerbada, pues el aumento en niveles de dióxido de carbono en la atmósfera podría provocar deficiencias de nutrientes en las plantas e incluso una absorción acelerada de minerales pesados y perjudiciales.

A medida que persiste la inflación, es probable que los sistemas de salud se enfrenten a una presión financiera más intensa, con pérdidas de ingresos o recortes presupuestarios, así como mayores costos en bienes y mano de obra. Incluso antes de que la pandemia agravara la escasez de personal, la Organización Mundial de la Salud (OMS) predijo un déficit mundial de 15 millones de trabajadores de la salud para 2030. Las brechas de habilidades e infraestructura han socavado aún más la capacidad laboral a medida que el personal se ha visto abrumado por desafíos para los que no está equipado, lo que podría llevar a más protestas por parte del sector.

Los expertos también pronosticaron que la inflación médica superaría el crecimiento del PIB en muchos países, y que las presiones financieras sobre las poblaciones trabajadoras se intensificarían a medida que aumenten las tasas de dependencia. Un desajuste persistente entre la demanda y la oferta debilitaría gradualmente la capacidad de los sistemas de salud para adaptarse a sus respectivos entornos, incluso en los países más ricos. Los sistemas de salud frágiles podrían verse abrumados por eventos catastróficos, como ciberataques, guerras, fenómenos meteorológicos o enfermedades infecciosas, lo que provocaría un aumento inesperado de muertes.

Las restricciones aplicadas a la exportación de medicamentos y productos médicos podrían causar una crisis humanitaria y convertirse en controles más estrictos sobre recursos existentes, especialmente alimentos, con efectos en la salud. Las disparidades en el acceso a la atención médica podrían empeorar entre los países y dentro de ellos por la desigualdad económica. Si bien los avances como la medicina personalizada, genómica y proteómica pueden mejorar los resultados en las afecciones crónicas y degenerativas, tienen un alto precio que limita su uso generalizado; por ejemplo, las terapias génicas pueden costar más de 2 millones de dólares.

Aunado a la fragilidad de los sistemas de salud, existe el riesgo de un aumento de “sindemias”, que se refiere a un conjunto de problemas de salud concurrentes que se potencian mutuamente y afectan el estado de salud general de la población en ciertos contextos políticos, estructurales o sociales. En este sentido, la desigualdad y los conflictos ideológicos podrían tener efectos agravantes no deseados en ciertas enfermedades y grupos poblacionales específicos. El estrés financiero crónico y el racionamiento de recursos básicos, como tener que elegir entre energía y alimento, tendrían impactos físicos y psicológicos a largo plazo incluso en personas sanas.

El reporte resalta la necesidad de incorporar las lecciones aprendidas en preparación para las próximas crisis sanitarias. Lograr los beneficios en salud pública requerirá que los gobiernos y las empresas promuevan las condiciones que sustentan el bienestar y fomenten estilos de vida saludables, buena alimentación, aire limpio, vivienda segura y cohesión social. Las agencias de salud pública, los proveedores de atención médica y los financiadores pueden desempeñar un papel clave al mejorar las interacciones y la coordinación entre las diferentes partes del sistema para compartir información, ampliar su capacidad y mejorar el bienestar general.

“Una planificación a largo plazo, con enfoque en las políticas e intervenciones de salud pública, ayudará a los gobiernos a evaluar y gestionar mejor los riesgos del sistema de salud. Se requerirá una colaboración continua en el campo de la salud, los productos farmacéuticos y las ciencias de la vida en la prevención inteligente, detección temprana y atención rentable para una población cada vez más compleja y con nuevas enfermedades crónicas; así como para garantizar que nuestra comprensión y capacidad mundial continúen abordando de manera efectiva los riesgos de salud emergentes”, agregó Diogo Cassin, Director de Riesgos de Zurich México. 

Como compañía aseguradora especialista en el entendimiento, prevención y gestión de los riesgos, Zurich Insurance Group colabora como socio estratégico en la creación del Reporte de Riesgos Globales 2023, el cual ha sido elaborado con el apoyo del Global Risks Advisory Board del Foro Económico Mundial. Si desea consultar el Resumen Ejecutivo del Reporte de Riesgos Globales 2023, así como el reporte completo y otros materiales relacionados, visite el siguiente enlace: https://www.weforum.org/reports/global-risks-report-2023/.